Beth intenta recobrar la normalidad en la medida de lo posible pero su entorno y su propio cuerpo parecen empeñados en impedirselo. Al no poder enterrar a su hijo hasta que la policía haya atrapado al asesino, sigue estancada en las fases iniciales del duelo así que cuando aparece en su vida Raymond Connelly, el inquietante operario de la compañía telefónica que decía comunicarse con los muertos.