Tratando de descubrir la identidad de los Shinsengumi, los Duendes Negros, idean una nueva estrategia utilizando a Kikumaru, un niño inventor. Kikumaru ha fabricado un control remoto que emite ondas de interferencia para controlar con éxito todo tipo de aparatos eléctricos. La ciudad se ve sumida en el caos, y para colmo, en la escena del crimen, deja unas octavillas con el nombre de "Shinsengumi".