En el tibio deshielo de los años 60, apareció una novela ("De Moscú a Pietushki") contra el régimen que causó furor en la URSS y en Occidente. Narraba el viaje de un hombre en un tren reflexionando desde la amarga lucidez que da el alcohol. De su autor no se sabía casi nada y después de 30 años lo descubrimos. Su nombre es Vyenedict Yerefeyev, posee el talento y la lucidez cáustica de un Michel Houellebecq, es un genio en la botella como Bukowski y tan devastadoramente trascendental como su obra.