Lo primero que llama la atención es la austeridad casi documental con que Schroeter encara la parte inicial del relato, ambientada en un pequeño y paupérrimo pueblo de Sicilia. Schroeter va dando una visión bucólica de esa gente y su tierra, de sus ritos y tradiciones, pero no deja de señalar la miseria y falta de trabajo que los empuja a emigrar a Alemania. Con el viaje de Nicola hacia Wolfsburg, donde está ubicada la fábrica automotriz Wolkswagen, se inicia la segunda parte, tremendamente crítica para con la sociedad alemana, en donde Schroeter va descubriendo paulatinamente signos de indiferencia, violencia y racismo. La tercera y última parte de Desarraigo se concentra en el juicio al que Nicola es sometido, acusado de asesinar a dos hombres. Aquí, poco a poco Schroeter se va desprendiendo del tono realista que imprimió a las dos primeras partes del film y recurre a una puesta en escena operística.